jueves, 20 de abril de 2017

Actualidad


Bronca. Asco, odio, miedo, impotencia, amargura, y más bronca.

Mastico bronca; muelo, corto y desgarro el asco; saboreo, humedezco y trago la amargura. Después lo vomito en este papel y te la escupo en la cara, sólo para que te sientas como el orto por no compartir mi sentimiento.
Bronca, asco. Después la impotencia. Porque de esta realidad no podemos escapar. Estamos acá, y por más meditación y burbuja violeta que le pongas a la cosa, estás acá. 

Y vivís en un país gobernado por un negrero, esclavista de la nueva era, que te dice en la cara y por cadena nacional que te va a explotar para que los ricos sean más ricos, y vos más pobre, así el país es más “competitivo”.

Y vivís en un barrio en el que a tus vecinos parece no alcanzarles ser la mano de obra barata de algún garca de la clase, entonces van y votan al cipayo explotador, para ser cada vez más pobres, y que él sea cada vez más rico, y te lo dicen con orgullo, “porque la cosa es así”. ¿Qué cosa es así? Y aparece la impotencia, porque de cualquier modo ellos no son los culpables, y ni el vecino ni vos parecen poder hacer nada contra la maquinaria infernal que nos maneja, nos lleva directo al abismo, y nos tira en las profundidades de la miseria.

Vivís acá, y es invierno, y te tenés que levantar a las seis de la mañana (sino a las cuatro) cuando todavía no se despertó ni el primer pájaro, ni el primer pichón, cuando todavía es de noche y la escarcha del pasto se te sube hasta los calzones, te atraviesa la suela de mierda de la zapatilla y te congela la médula del metatarso, hasta que ya ni siquiera te duele, o ni siquiera te importa, y así te olvidás del frío, del gobierno y del vecino.

Vivís esta vida, que en cuanto te empieza a pintar el mundo un poco de colores y parece que la cosa va bien, te mete un arrebato de revés que te baja un par de dientes, como para que no puedas sonreír tranquila por un buen tiempo, como para que no puedas ni decir whisky para la foto familiar de navidad.

Y de toda esa mierda sale mi bronca, pero igual sigo “que se yo, no me quejo”, sigo porque la vida sigue, el sol en algún momento aparece, la escarcha se derrite, el pasto se seca y se calienta, me consigo los potizos para poder seguir sonriendo, y voy tranquila, muy tranquila, con pocas seguridades, y la sola certeza de que le rompería la cara a Dios si algún día me lo encuentro por el camino.