Nos la pasamos trabajando para
descifrar las verdades ocultas del alma y de la mente, horas y horas
estudiando y pensando, pensando y pensando, enmarañándonos la
cabeza, enredando para después tratar de desenredar, en vano,
mientras seguimos enredándonos en un mar de supuestos y conclusiones
acerca de abstracciones que nosotros mismos creamos, acerca de
teorías intangibles e incomprobables de las leyes que rigen nuestra
vida, O para terminar cayendo una y otra vez en la única realidad
concreta que nos condiciona, para volver siempre sobre la misma
cuestión que nos mueve, que nos rige, que nos gobierna, hasta en
nuestros actos más banales, esa verdad que es nuestra carne, nuestra
sangre, que nos hierve, que se nos hiela, que se nos revuelve
adentro, nuestras tripas, nuestros genitales, nuestra piel, nuestros
olores y sabores, nuestra grasa que nos cuelga, tan real y
necesaria, nuestras lágrimas, nuestro sudor, nuestros dientes,
nuestros labios, nuestra lengua, nuestros huesos que nos sostienen,
nuestros ojos, nuestro pelo, las manos, los dedos, los pies en el
suelo, la cabeza bien puesta, el pecho caliente, la panza contenta,
el corazón latiendo. Somos carne y hueso, somos cuerpos. (Somos
nuestras bocas gritando verdades al viento.)
jueves, 25 de mayo de 2017
Suscribirse a:
Entradas (Atom)