Una vez por mes aparece la luna llena, recordándonos que la marea sube, la sangre y la savia se
inquietan, que se enloquecen las almas y desenfrenadas quieren salir
sin remedio a amar, o a odiar.
La luna que nos
recuerda que hay que seguir aguantando, que la suerte a veces no tiene
piedad que la vida no siempre es una fiesta. Luna llena que alumbra
delatando fortalezas, resaltando los brillos, espesando las sombras.
Ay estas lunas tantas veces, quien diría, traicioneras, impredecibles, desafortunadas.
Quien hubiera pensado
que la luna redonda y brillante de cada mes pudiera desgarrar las almas,
nublar las miradas, e intentando aliviar la pena tragamos saliva, enjuagamos las lágrimas, y pensamos casi como un rezo: seguiremos luchando… hasta
vencer.
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